Cuando leer es una pesadilla…

COLORÍN COLORADO…El debate por el aprendizaje de la lectura, ha comenzado

            Entre la vorágine informativa que reina en nuestros días, en la que comienzan a ser cuestionados los métodos de enseñanza empleados en las aulas, y, paradójicamente, son recuperados célebres autores decimonónicos y del pasado siglo (Montessori o Steiner, promotor de la metodología Waldorf…), el tradicional debate acerca del momento idóneo para el aprendizaje de la lectura, sigue candente en nuestros días. En una sociedad como la actual, altamente alfabetizada y en la que prima la ambición por el éxito académico (a veces, lamentablemente, supeditado al bienestar emocional de nuestros niños), la adquisición de la lectoescritura constituye una de las piedras angulares del currículo en los primeros años de escolarización.

            La controversia surgida en torno a cuál es la edad propicia para el aprendizaje de la lectura, encuentra fácil respuesta si invertimos el planteamiento. En lugar de cuestionarnos el cuándo, debiéramos focalizar nuestra energía en determinar el qué (qué es leer). Partiendo de esta premisa, pronto surgen cuestiones tales como qué requisitos (precondiciones) necesita el prelector para aprender a leer, y, por tanto, qué debe hacer un niño para aprender a leer. Surgido el debate, es, asimismo, ineludible la pregunta de cuál es la mejor forma de enseñar a leer.

Leer constituye un aprendizaje especial que posibilita la obtención del significado de los textos escritos. La consecución de tal fin encuentra su base en el desarrollo previo de la lengua oral (junto a otras capacidades lingüísticas y cognitivas). Por lo tanto, dado que la construcción del aprendizaje lector se fundamenta en habilidades anteriores, éstas pueden ser abordadas desde el inicio del segundo ciclo de Educación Infantil (en torno a los tres o cuatro años). Cuanto más rico sea el desarrollo lingüístico previo (lo que permite al niño conocer la relación entre la unidades gráficas y lingüísticas), más sencillo resultará acceder al aprendizaje formal del código alfabético. Así pues, las antagónicas posturas que discrepan entre la defensa de un aprendizaje precoz de la lectura o entre la necesidad de que el niño alcance la suficiente madurez (en torno a los seis años), pudieran encontrar puntos de encuentro si planteamos la adquisición de la lectura como un proceso de comunicación, en el que se acerca al niño, desde una perspectiva lúdica y de forma natural a los textos escritos y no concebimos el aprendizaje de la lectura como la mera consecución de la decoficación grafema/fonema.

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